martes, 29 de noviembre de 2011

Silencio

Por regla general no me gusta dar clase en Secundaria; lo considero cansino e incluso frustrante. Especialmente en días como hoy.

Una clase de 1º de Bachillerato, unos 12 alumnos, una foto de los personajes de Física o Química y un par de preguntas: ¿Cómo son éstos jóvenes? ¿Cómo son los jóvenes en general?

Dos respuestas: Beben alcohol y se van de fiesta. Y ya está. Se han quedado tan panchos y se ha hecho un silencio absoluto e inquebrantable.

Estar una hora entera intentando sacar palabras con el sacacorchos para obtener esas dos respuestas me ha minado la moral completamente.

A nadie nos gusta hablar en público pero JODER, son ellos los que tienen un examen oral de español dentro de nada!!

domingo, 27 de noviembre de 2011

El tiempo no se detiene...

Pasan los segundos, los minutos, las horas, los días e incluso los meses y sigo en el mismo mar de dudas que antes... No consigo dilucidar dónde está lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, lo objetivo, lo subjetivo... Mi sentido crítico se ha visto completamente aniquilado en estos últimos tiempos. En lugar de aprovechar el tiempo para reflexionar con calma me veo absorvida por un torbellino de dudas que me embarga en cada pensamiento. Y parece que con el tiempo en lugar de aclararme me enredo más en el abanico de posibilidades que se presenta tan difuso ante mí...
He pensado en hacer una lista con pros y contras, en dejarme llevar sin pensar demasiado, en meditar concienzudamente qué es objetivamente lo mejor... Pero a todo ello le encuentro pegas, muros que se alzan ante mí y que no logro derribar.
No me entiendo; me siento como la eterna adolescente que no consigue salir de ahí. ¿Me quedaré adolescente toda la vida? ¿Dónde está la sensatez escondida? ¿Dónde están aquellas decisiones tomadas teniendo en cuenta todas y cada una de las consecuencias? ¿Dónde está mi fuerza de voluntad para tomar de una vez las riendas de mi vida?
Estoy hasta los ovarios de todo...

sábado, 26 de noviembre de 2011

Montaña rusa emocional

Desde que recuerdo he sido una persona emocionalmente inestable. Un día estoy eufórica, irradio felicidad y al día siguiente tengo un nubarrón encima de la cabeza que no me deja hacer otra cosa que llorar por dentro.
En ocasiones sé que a qué se deben estos cambios tan drásticos de humor. Pero otras veces, por más vueltas que le dé no llego a ninguna conclusión.
Esta mañana era un día como cualquier otro, no esperaba nada especial de él, no estaba especialmente contenta pero tampoco estaba triste. Pero conforme ha ido avanzando el día he ido sintiendo un dolor tremendo por dentro, como si me estuviera desgarrando. He tenido ganas de gritar, de llorar de rabia y de impotencia ante ese mal humor tan desagradable. Pero no he podido soltar una mísera lágrima.
Quizás sea que he comprendido la nueva realidad que estoy viviendo y hasta ahora no había sido totalmente consciente. O quizás he sentido miedo o angustia simplemente porque me he visto perdida. Ha vuelto a mí esa sensación de "no sé quién soy, no sé de dónde vengo, no sé dónde voy y tampoco sé dónde estoy ni qué hago aquí".
Siento una mezcla extraña de sentimientos que no consigo siquiera discernir...
Espero que durmiendo esta noche se me pase tanta tontería...

martes, 22 de noviembre de 2011

Artículo de El País

Leyendo el periódico me he topado con el siguiente artículo y aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice, hay mucho de cierto en él...

Las ilusiones perdidas

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".

Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.

No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.

Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.

No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.

En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.

No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

CONCHA CABALLERO 02/10/2010


miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Mi chico ideal es un poco celoso"

Ésta fue de unas frases que más oí ayer en una clase de 4º de ESO. Los alumnos tenían que preparar la descripción de su chico/a ideal y exponerla frente a la clase. Más de las mitad de las chicas dijeron que su chico ideal es un poco celoso... Y yo me digo: ¿desde cuándo ser celoso es una cualidad? ¿identifican los celos con que las quieran más?
Jamás me imagino a mí misma pidiendo que mi pareja sea celosa... Al contrario, no soportaría ni una pizca de celos a mi lado que terminara coartando mi lbertad; porque al fin y al cabo por pequeños que sean los celos, en algún momento cruzan la línea de la libertad de la otra persona.
¿Y cuál es entonces la cantidad justa de celos para estas niñas? ¿Acaso deberán darles su contraseña de e-mail o de Facebook a sus chicos ideales? ¿Deberán de contestar a las llamadas delante de ellos y permitirles leer sus sms? ¿Dejarán de salir con sus amigas por si ellos se ponen celosos de que otro chico las pueda mirar? ¿Dejarán de ponerse minifalda y escote cuando no esté su chico ideal delante?
Por más vueltas que le doy no salgo de mi asombro. ¿Cómo alguien puede querer los celos en su relación de pareja? ¿No es ése uno de los peores defectos?

jueves, 10 de noviembre de 2011

Castillos de cartón de Almudena Grandes

Este es el libro que acabo de leer; literalmente. He pasado las últimas dos horas leyéndolo y me ha encantado. Había visto la película hace un año o algo así y me había dejado un tanto indiferente. Pero el libro ha sido brutal: he sentido una explosión de sensaciones pasando cada una de sus páginas, parándome a releer algunas de sus frases y degustando el trasfondo tan impresionante que se encuetra detrás de algunas líneas...
Un libro recomendable al cien por cien.